jueves, 10 de abril de 2008

LAICISMO Y RELIGION

Está claro que la opción religiosa es un derecho inalienable de cada individuo, por lo tanto, Dios, Alá, Yaveh, Shiva y Vishnú, incluso Ra, Isis y Osiris, están presentes en los individuos de diferentes sociedades, y a esos individuos se les ha enseñado desde la infancia acerca de ellos y por ende, se les inculca en lo que “deben creer”. Cuál es cierta y cuál es falsa, no es objeto de esta disertación. Lo que si es cierto es que todos esos individuos conforman una sociedad religiosamente heterogénea, que no puede ser gobernada monárquicamente por preceptos religiosos específicos, tomados como única verdad, excluyendo las otras creencias espirituales, puesto que estamos hablando de gobernar individuos y no almas, sociedades compuestas por personas de diferentes credos y creencias filosóficas.

La historia nos ha demostrado que un estado que basa sus decisiones en los preceptos religiosos pierde objetividad y puede llegar al estado dictatorial, perdiendo lo que se ha ganado, la democracia y la tolerancia. El estado teocrático vertebró la sociedad antigua, pero en un momento dado, se abrió la participación del individuo que no pertenecía a ningún orden clerical, en las decisiones estatales, en esto los griegos fueron los primeros en abrir este debate, el cual terminó en la democratización del estado y se produce entonces el paso de la sociedad teocéntrica, que pregunta a lo otro para saber cómo es ella, a la sociedad democrática, que se pregunta a sí misma. Son los hombres los que se dan sentido a sí mismos y por ende la sociedad democrática recibe su sentido de sí misma.

Esta idea se desarrolla en occidente, luego de un largo periodo de oscurantismo intelectual, creado por la iglesia católica para conservar el poder absoluto sobre los reinos espiritual y terrenal, ellos tenían y manejaban la información y podían transmitir lo que para ellos era la verdad. Luego de este periodo y cuando la burguesía aprende a leer y le es posible adentrarse en el conocimiento a través de los libros, logra pensar y discernir sobre los temas que tenía como absolutos y llegar a nuevas conclusiones sobre las cuestiones de la vida, la ética, la moral, el estado y la religión. Es en esta época de renacimiento, cuando la religión cristiana católica diferencia abiertamente a los individuos laicos, como los no religiosos y de ideas peligrosas, para ellos y su poder; y los grandes pensadores empiezan a tener influencia sobre el pensamiento de la sociedad naciente en conceptos de libertad, fraternidad, igualdad y democracia, lo que permite que el individuo sea el objeto del estado y a su vez el estado el centro del individuo. La racionalidad que aporta el laicismo naciente tiene la capacidad de generar esperanza. Ésta, según Ignasi Boada, está relacionada con “la búsqueda de la paz universal frente a la violencia; la búsqueda de la verdad frente a la superstición y la búsqueda de la libertad y la responsabilidad individual”.
En el momento en que la religión deja de ser el centro de la sociedad se convierte en la vía de búsqueda de sentido de los individuos. La sociedad da cierto sentido, pero somos mortales y, por eso también necesitamos la religión. La religión va a seguir teniendo un tema importante en el individuo porque existe la mortalidad y le dará la respuesta a esta necesidad espiritual del ser humano. La religión es una de las mayores transmisoras de sentido que ayudan a las personas a vivir con su apocalipsis. Cada cual debe negociar su vida en ese asunto. La religión es un derecho de buscar sentido a la vida. Esto está en la base de la tolerancia democrática, que era tolerancia religiosa antes que política. Voltaire, asombrado por la tolerancia religiosa de los ingleses, decía: "Los ingleses van al cielo y al infierno cada cual por el camino que quiere". Para el francés Maurice Halimi, “la espiritualidad debe tener un lugar en la sociedad moderna, porque si no creemos que Dios tiene un proyecto en la tierra, no somos ni cristianos, ni judíos, ni musulmanes”. “Todas las culturas son iguales. No hay unas mejores que otras”.
La sociedad democrática no puede ser teocéntrica porque son términos contradictorios. Cuando la religión deja de ser el centro de la vida social es posible la sociedad democrática. La religión no tiene que desaparecer, simplemente debe dejar de ser el centro para que pueda existir la sociedad democrática, permitiendo quedar relegada al plano de lo privado de cada individuo y su familia, pasa a ser un derecho de cada uno.
Para que la religión sea vista como un derecho no solo es necesario la tolerancia del poder, sino también que el individuo renuncie a la religión como centro de la sociedad. La diferencia entre un fanático y un religioso, es que para el fanático la religión no es un derecho sino un deber para él y para todos los demás. Y además él considera que tiene el deber de hacer que los demás cumplan ese deber. La religión tiene derecho a decir que es pecado pero no a decir que es delito. La Iglesia católica en España refiere una persecución por el movimiento laico, pero no puede considerar persecución si el Estado le da simplemente el mismo trato que al resto de organizaciones religiosas.
La sociedad y el estado que la representa deben ser tolerantes en el aspecto religioso, por lo que no sería constitucional tener una religión oficial del estado, ni tener concordatos con alguna de las iglesias presentes en el territorio colombiano, pues esto obligaría a muchos individuos a ser educados en las escuelas en una religión que no profesan o a ser rechazados por algunas instituciones educativas por no pertenecer a la comunidad religiosa “oficial”. El estado debe procurar una educación sobre contenidos verificables y valores aceptados para que cada cual sea libre de elegir su propia religión. El laicismo no es capaz de generar una paz perpetua pero sí ha permitido una cierta capacidad de tolerancia. Será, pues, una tarea ardua aprovechar las instancias de la tolerancia para propiciar el equilibrio que la sociedad colombiana actual requiere.

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