domingo, 12 de abril de 2009

MISERICORDIA Y JUSTICIA

MISERICORDIA

Este tema es sencillo pero no fácil de abordar, pues generalmente está muy usado dentro de la religión como una de las características importantes de Dios, y si así lo abordamos, sería muy fácil, pues de filosofía teológica está lleno por todos lados, libros, artículos, Internet. Pero traer ese término y aplicarlo a las relaciones humanas, sin involucrar a un Dios en particular es complicado, por cuanto no es una práctica común, incluso en quienes la predican, pues se lo dejan todo a su Dios.

Según su significado literario, la misericordia es una actitud bondadosa de compasión hacia otro, generalmente del ofendido hacia el ofensor o desde el más afortunado hacia el más necesitado.

Ojo, no hay que confundir la misericordia con la lástima. “Lástima es un sentimiento menos vehemente y más pasajero que compasión. Así es que de la palabra lástima no se deriva un adjetivo aplicable al que la siente, sino al objeto que la provoca, y lo contrario sucede con la palabra compasión, de que se deriva compasivo. Son lastimeros o lastimosos los infortunios, las enfermedades, el hambre y la persecución. Son compasivas las personas en quienes estos males producen lástima”. “La lástima se aplica con más propiedad a la sensación que nos causa el mal que se ofrece a nuestros sentidos; y la compasión al efecto que causa en el ánimo la reflexión del mal: porque aquella no explica por sí sola más que la sensación de la pena, o el disgusto que causa el mal ajeno; pero la compasión añade a esta idea la de una cierta inclinación del ánimo hacia la persona desgraciada, cuyo mal se desearía evitar. No nos mueve a compasión la suerte de un asesino condenado a muerte, pero nos da lástima el verle padecer en el suplicio. Nos da lástima el ver morir a un irracional; nos da compasión el triste estado de una pobre viuda. La compasión supone siempre un sentimiento verdadero. La lástima se emplea algunas veces para representar un sentimiento tan ligero, que apenas merece el nombre de tal; como: Da lástima que no haga buen tiempo”.

La Misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo; por tanto es una virtud que inclina a compadecerse, perdonar o solucionar las miserias ajenas.

Este escrito lo hice tratando de explicarme a mi mismo el término, pero eso explicaría el sentimiento del que se desprende? Y eso lo encontré mejor explicado en un cuento árabe antiguo, donde la sabiduría floreció y nos llegó a occidente:

“En cierta ocasión se presentaron ante un hombre justo y de corazón piadoso unos hombres portando un cadáver sobre unas parihuelas.

- Aquí te traemos a tu hijo pequeño, que ha sido muerto por su propio primo, tu sobrino Abdul. A él lo hemos apresado y te lo entregamos maniatado. Es tuyo.
El asesino cayó al suelo y no se atrevía a mirar a su tío, padre de la víctima. Tenía mucho miedo y vergüenza, y no levantaba la vista del suelo.
El viejo no sabía qué hacer y sentía odio en sus entrañas. En aquel momento su hijo mayor le dijo:

- Padre, haz justicia y venga a mi hermano pequeño.
El hombre misericordioso contestó:

- No; hay algo mejor que hacer. Y lo harás tú. Haz estas tres cosas: Libera al hijo de mi hermano, entierra a tu hermano, y gasta tus fuerzas en consolar a tu madre, que mucho te necesitará.

La cara del anciano se llenó de paz.


JUSTICIA

La justicia, por otro lado, es mas sencillo de definir y me gustó encontrar cosas importantes sobre el tema, finalmente Astrea lo quiso, cosas que tienen que ver poco con el derecho, y mucho con la actitud de la persona en si, con su actuar y sus sentimientos hacia el prójimo.

Por todos lados podemos encontrar definiciones en derecho, dicen que la justicia es la concepción que cada época y civilización tienen acerca del bien común. Que es un valor determinado por la sociedad y nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes, a través de un conjunto de reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones.

Este conjunto de reglas tiene un fundamento cultural y en la mayoría de sociedades modernas, un fundamento formal:

El fundamento cultural se basa en un consenso amplio en los individuos de una sociedad sobre lo bueno y lo malo, y otros aspectos prácticos de como deben organizarse las relaciones entre personas. Se supone que en toda sociedad humana, la mayoría de sus miembros tienen una concepción de lo justo, y se considera una virtud social el actuar de acuerdo con esa concepción.

El fundamento formal es el codificado formalmente en varias disposiciones escritas, que son aplicadas por jueces y personas especialmente designadas, que tratan de ser imparciales con respecto a los miembros e instituciones de la sociedad y los conflictos que aparezcan en sus relaciones.

Hasta ahí va fácil todo pues está escrito, pero la justicia no solo es dar o repartir cosas a la humanidad, sino el saber decidir, dentro de su Yo, con etica, equidad y honestidad. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que es suyo y respetar lo de los demás; aquí vemos un concepto similar con la libertad. La justicia es aquel sentimiento de rectitud que gobierna la conducta y hace acatar debidamente todo los derechos de los demás.

La Justicia es para mí aquello donde puede florecer la verdad y la sinceridad, sentimientos que le permiten la libertad y la tolerancia, que llevan realmente a hacer fortalecer los sentimientos de paz en la humanidad.

Otro nivel de análisis es entender la justicia como valor y fin del Derecho (más que como virtud subjetiva) al que podemos conceptuar juntamente con Norberto Bobbio como "aquel conjunto de valores, bienes o intereses para cuya protección o incremento los hombres recurren a esa técnica de convivencia a la que llamamos Derecho".

Todas las virtudes están comprendidas en la justicia. En definitiva, la verdadera justicia es el arte de dar lo justo o hacer dar lo justo a un individuo, basándose en los principios del arte del derecho, sin tener ningún tipo de discriminación o preferencia hacia ninguna persona. Ya que todas las personas deben ser tratadas sin ninguna discriminación o preferencia ya que así se estaría dando una justicia falsa, y no sería "dar a cada uno lo suyo", sino "dar a él lo que le toque", dependiendo de su clase social o raza.

Hay muchas definiciones de justicia a través de la historia, la justicia como armonía social de Platón, la igualdad proporcional según Aristóteles, la ley natural por Tomás de Aquino, lo que mas tarde sería conocido como los “Derechos Humanos”, el benéfico de las mayorías según los utilitaristas, la distribución equitativa de los bienes según Marx y muchas mas podemos encontrar para debatir; profundizar sobre esto sería tema para un curso en una facultad de derecho, para nosotros, me atrevo a decir, lo importante es el concepto práctico del término y que sea aplicable y aplicado en nuestra vida, pues como Mas.: no definimos como justos, probos, tolerantes, sin prejuicios ni parcialidades.

Para terminar, hay otro cuento que me ayuda a definir mejor el término, árabe por supuesto:

Había una vez un príncipe que era muy injusto. Aunque parecía un perfecto príncipe, guapo, valiente e inteligente, daba la impresión de que al príncipe Lapio nunca le hubieran explicado en qué consistía la justicia. Si dos personas llegaban discutiendo por algo para que él lo solucionara, le daba la razón a quien le pareciera más simpático, o a quien fuera más guapo, o a quien tuviera una espada más chula. Cansado de todo aquello, su padre el rey decidió llamar a un sabio para que le enseñara a ser justo.
- Llévatelo, mi sabio amigo -dijo el rey- y que no vuelva hasta que esté preparado para ser un rey justo.
El sabio estonces partió con el príncipe en barco, pero sufrieron un naufragio y acabaron los dos solos en una isla desierta, sin agua ni comida. Los primeros días, el príncipe Lapio, gran cazador, consiguió pescar algunos peces. Cuando el anciano sabio le pidió compartirlos, el joven se negó. Pero algunos días después, la pesca del príncipe empezó a escasear, mientras que el sabio conseguía cazar aves casi todos los días. Y al igual que había hecho el príncipe, no los compartió, e incluso empezó a acumularlos, mientras Lapio estaba cada vez más y más delgado, hasta que finalmente, suplicó y lloró al sabio para que compartiera con él la comida y le salvara de morir de hambre.
- Sólo los compartiré contigo-dijo el sabio- si me muestras qué lección has aprendido
Y el príncipe Lapio, que había aprendido lo que el sabio le quería enseñar, dijo:
- La justicia consiste en compartir lo que tenemos entre todos por igual.
Entonces el sabio le felicitó y compartió su comida, y esa misma tarde, un barco les recogió de la isla. En su viaje de vuelta, pararon junto a una montaña, donde un hombre le reconoció como un príncipe, y le dijo.
- Soy Maxi, jefe de los maxiatos. Por favor, ayudadnos, pues tenemos un problema con nuestro pueblo vecino, los miniatos. Ambos compartimos la carne y las verduras, y siempre discutimos cómo repartirlas.
- Muy fácil,- respondió el príncipe Lapio - Contad cuantos sois en total y repartid la comida en porciones iguales. - dijo, haciendo uso de lo aprendido junto al sabio.
Cuando el príncipe dijo aquello se oyeron miles de gritos de júbilo procedentes de la montaña, al tiempo que apareció un grupo de hombres enfadadísimos, que liderados por el que había hecho la pregunta, se abalanzaron sobre el príncipe y le hicieron prisionero. El príncipe Lapio no entendía nada, hasta que le encerraron en una celda y le dijeron:
- Habéis intentado matar a nuestro pueblo. Si no resolvéis el problema mañana al amanecer, quedaréis encerrado para siempre.
Y es que resultaba que los Miniatos eran diminutos y numerosísimos, mientras que los Maxiatos eran enormes, pero muy pocos. Así que la solución que había propuesto el príncipe mataría de hambre a los Maxiatos, a quienes tocarían porciones diminutas.

El príncipe comprendió la situación, y pasó toda la noche pensando. A la mañana siguiente, cuando le preguntaron, dijo:

- No hagáis partes iguales; repartid la comida en función de lo que coma cada uno. Que todos den el mismo número de bocados, así comerán en función de su tamaño.

Tanto los maxiatos como los miniatos quedaron encantados con aquella solución, y tras hacer una gran fiesta y llenarles de oro y regalos, dejaron marchar al príncipe Lapio y al sabio. Mientras andaban, el príncipe comentó:
- He aprendido algo nuevo: no es justo dar lo mismo a todos; lo justo es repartir, pero teniendo en cuenta las diferentes necesidades de cada uno.

Y el sabio sonrió satisfecho. Cerca ya de llegar a palacio, pararon en una pequeña aldea. Un hombre de aspecto muy pobre les recibió y se encargó de atenderles en todo, mientras otro de aspecto igualmente pobre, llamaba la atención tirándose por el suelo para pedir limosna, y un tercero, con apariencia de ser muy rico, enviaba a dos de sus sirvientes para que les atendieran en lo que necesitaran. Tan a gusto estuvo el príncipe allí, que al marchar decidió regalarles todo el oro que le habían entregado los agradecidos maxiatos. Al oirlo, corrieron junto al príncipe el hombre pobre, el mendigo alborotador y el rico, cada uno reclamando su parte.
- ¿cómo las repartirás? - preguntó el sabio - los tres son diferentes, y parece que de ellos quien más oro gasta es el hombre rico.
El príncipe dudó. Era claro lo que decía el sabio: el hombre rico tenía que mantener a sus sirvientes, era quien más oro gastaba, y quien mejor les había atendido. Pero el príncipe empezaba a desarrollar el sentido de la justicia, y había algo que le decía que su anterior conclusión sobre lo que era justo no era completa.
Finalmente, el príncipe tomó las monedas e hizo tres montones: uno muy grande, otro mediano, y el último más pequeño, y se los entregó por ese orden al hombre pobre, al rico, y al mendigo. Y despidiéndose, marchó con el sabio camino de palacio. Caminaron en silencio, y al acabar el viaje, junto a la puerta principal, el sabio preguntó:
- Dime, joven príncipe ¿qué es entonces para ti la justicia?
- Para mí, ser justo es repartir las cosas, teniendo en cuenta las necesidades, pero también los méritos de cada uno.
- ¿por eso le diste el montón más pequeño al mendigo alborotador?- preguntó el sabio satisfecho.
- Por eso fue. El montón grande se lo dí al pobre hombre que tan bien nos sirvió: en él se daban a un mismo tiempo la necesidad y el mérito, pues siendo pobre se esforzó en tratarnos bien. El mediano fue para el hombre rico, puesto que aunque nos atendió de maravilla, realmente no tenía gran necesidad. Y el pequeño fue para el mendigo alborotador porque no hizo nada digno de ser recompensado, pero por su gran necesidad, también era justo que tuviera algo para poder vivir.- terminó de explicar el príncipe.
- Creo que llegarás a ser un gran rey, príncipe Lapio concluyó el anciano sabio, dándole un abrazo.

Y no se equivocó. Desde aquel momento el príncipe se hizo famoso en todo el reino por su justicia y sabiduría, y todos celebraron su subida al trono algunos años después. Y así, fue como el rey Lapio llegó a ser recordado como el mejor gobernante que nunca tuvo aquel reino.

Gracias Temis, gracias Forseti, gracias Iustitia, gracias Astrea por haberme hecho llegar hasta aquí en mi evolución interior.