lunes, 13 de abril de 2009

Artículo de El Espectador

Me tomo el atrevimiento de publicar este artículo, por considerarlo de mucha importancia y actualidad, que nos pide a gritos.....ACCION....

VUELVEN LOS MASONES
Por: Cristina de la Torre

"Secta diabólica dirigida personalmente por Satanás", pulpiteaba Monseñor Builes a la masonería. Laureano Gómez denunciaba a la Revolución en Marcha de López Pumarejo como producto de una conspiración internacional "judeo-masónica-comunista".

El Obrero Católico, órgano de la jerarquía católica, vitoreaba en 1939 el triunfo de Franco en España contra aquella supuesta alianza. Y el Opus Dei puso 12 de los 19 ministros en el gabinete del dictador peninsular.

En Colombia, el eje Iglesia-Partido Conservador se batió durante siglo y medio contra el liberalismo y contra su savia ideológica, la Masonería. Como lo demuestra el libro de Mario Arango Jaramillo, en la historia del Partido Liberal va entreverado el devenir de la masonería. En la Independencia; en el programa que fundó el liberalismo en 1848; en la Constitución de Rionegro y sus hondas transformaciones sociales; en la República Liberal de los años 30 y su divisa de educación y Estado laicos, reforma agraria y tributaria, Estado social e industrializador.
En todos los momentos estelares del liberalismo, fue la masonería el canal por donde se coló la ideología libertaria de la Revolución Francesa. Contra la tiranía y las tinieblas, perseguían los masones el ideal del conocimiento y del pensamiento libre. Su ética gravitaba sobre la rectitud personal que aconseja el vivir del trabajo propio, no mentir, no robar, no matar.

Cuadro idílico, a medias alcanzado por el liberalismo, cuando éste supo batallar por la libertad, la solidaridad, el cambio y el progreso. No por el partido que vemos hoy, pálida migaja deformada por un Frente Nacional que volvió politiquería la política, por el capitalismo manchesteriano y por el narcotráfico que se manduqueó a la mitad de sus dirigentes. Ni siquiera tembló al cederle al conservatismo la mitad del poder en el pacto de Sitges, siendo éste minoría. Triunfo histórico de los azules, que culminaría hoy en la resurrección de la Regeneración. El "liberal" que nos gobierna bajo la égida del Opus Dei y del más rancio conservadurismo, imita al populista Berlusconi, vergüenza de la masonería que elevó la mafia a categoría de sistema social. Al liberalismo tampoco le importó el negro lunar que la logia masónica P2 dibujó con su participación en la muerte (asesinato?) de Juan Pablo I y en los negocios sucios del banco Vaticano.

Con todo, muy significativo que la masonería del continente se reuniera la semana pasada en Bogotá, trono de una derecha agresiva que parece conducir al país por el desfiladero del autoritarismo. Tal amenaza les devuelve toda su vigencia histórica a los principios democráticos y libertarios con que la masonería supo nutrir al liberalismo. Tan abrumadora esta tendencia a la arbitrariedad y al abuso de poder, que la Ilustración vuelve a fungir como paso trascendental en la restauración de la democracia y en la conquista de la paz.

Monseñor Rubén Salazar, esclarecido jerarca de la Iglesia, rescata valores antiguos pero siempre revolucionarios: la reconciliación evangélica como divisa de paz; y el respeto a la Constitución como principio de democracia. Otros, como el ex ministro Arias, piensan que el ser joven les confiere automáticamente credenciales de renovadores. Nadie tan hecho para repetir, el puño en alto, las homilías de Monseñor Builes contra los "deportes femeninos con vestidos vergonzantes en obedecimiento a los planes masónicos". Mientras tanto, genuinos liberales, dentro y fuera de la Iglesia y del gobierno, empiezan a cerrar filas contra la tiranía de rosario y bayoneta que se avecina.


http://www.elespectador.com/columna134664-vuelven-los-masones

domingo, 12 de abril de 2009

MISERICORDIA Y JUSTICIA

MISERICORDIA

Este tema es sencillo pero no fácil de abordar, pues generalmente está muy usado dentro de la religión como una de las características importantes de Dios, y si así lo abordamos, sería muy fácil, pues de filosofía teológica está lleno por todos lados, libros, artículos, Internet. Pero traer ese término y aplicarlo a las relaciones humanas, sin involucrar a un Dios en particular es complicado, por cuanto no es una práctica común, incluso en quienes la predican, pues se lo dejan todo a su Dios.

Según su significado literario, la misericordia es una actitud bondadosa de compasión hacia otro, generalmente del ofendido hacia el ofensor o desde el más afortunado hacia el más necesitado.

Ojo, no hay que confundir la misericordia con la lástima. “Lástima es un sentimiento menos vehemente y más pasajero que compasión. Así es que de la palabra lástima no se deriva un adjetivo aplicable al que la siente, sino al objeto que la provoca, y lo contrario sucede con la palabra compasión, de que se deriva compasivo. Son lastimeros o lastimosos los infortunios, las enfermedades, el hambre y la persecución. Son compasivas las personas en quienes estos males producen lástima”. “La lástima se aplica con más propiedad a la sensación que nos causa el mal que se ofrece a nuestros sentidos; y la compasión al efecto que causa en el ánimo la reflexión del mal: porque aquella no explica por sí sola más que la sensación de la pena, o el disgusto que causa el mal ajeno; pero la compasión añade a esta idea la de una cierta inclinación del ánimo hacia la persona desgraciada, cuyo mal se desearía evitar. No nos mueve a compasión la suerte de un asesino condenado a muerte, pero nos da lástima el verle padecer en el suplicio. Nos da lástima el ver morir a un irracional; nos da compasión el triste estado de una pobre viuda. La compasión supone siempre un sentimiento verdadero. La lástima se emplea algunas veces para representar un sentimiento tan ligero, que apenas merece el nombre de tal; como: Da lástima que no haga buen tiempo”.

La Misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo; por tanto es una virtud que inclina a compadecerse, perdonar o solucionar las miserias ajenas.

Este escrito lo hice tratando de explicarme a mi mismo el término, pero eso explicaría el sentimiento del que se desprende? Y eso lo encontré mejor explicado en un cuento árabe antiguo, donde la sabiduría floreció y nos llegó a occidente:

“En cierta ocasión se presentaron ante un hombre justo y de corazón piadoso unos hombres portando un cadáver sobre unas parihuelas.

- Aquí te traemos a tu hijo pequeño, que ha sido muerto por su propio primo, tu sobrino Abdul. A él lo hemos apresado y te lo entregamos maniatado. Es tuyo.
El asesino cayó al suelo y no se atrevía a mirar a su tío, padre de la víctima. Tenía mucho miedo y vergüenza, y no levantaba la vista del suelo.
El viejo no sabía qué hacer y sentía odio en sus entrañas. En aquel momento su hijo mayor le dijo:

- Padre, haz justicia y venga a mi hermano pequeño.
El hombre misericordioso contestó:

- No; hay algo mejor que hacer. Y lo harás tú. Haz estas tres cosas: Libera al hijo de mi hermano, entierra a tu hermano, y gasta tus fuerzas en consolar a tu madre, que mucho te necesitará.

La cara del anciano se llenó de paz.


JUSTICIA

La justicia, por otro lado, es mas sencillo de definir y me gustó encontrar cosas importantes sobre el tema, finalmente Astrea lo quiso, cosas que tienen que ver poco con el derecho, y mucho con la actitud de la persona en si, con su actuar y sus sentimientos hacia el prójimo.

Por todos lados podemos encontrar definiciones en derecho, dicen que la justicia es la concepción que cada época y civilización tienen acerca del bien común. Que es un valor determinado por la sociedad y nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes, a través de un conjunto de reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones.

Este conjunto de reglas tiene un fundamento cultural y en la mayoría de sociedades modernas, un fundamento formal:

El fundamento cultural se basa en un consenso amplio en los individuos de una sociedad sobre lo bueno y lo malo, y otros aspectos prácticos de como deben organizarse las relaciones entre personas. Se supone que en toda sociedad humana, la mayoría de sus miembros tienen una concepción de lo justo, y se considera una virtud social el actuar de acuerdo con esa concepción.

El fundamento formal es el codificado formalmente en varias disposiciones escritas, que son aplicadas por jueces y personas especialmente designadas, que tratan de ser imparciales con respecto a los miembros e instituciones de la sociedad y los conflictos que aparezcan en sus relaciones.

Hasta ahí va fácil todo pues está escrito, pero la justicia no solo es dar o repartir cosas a la humanidad, sino el saber decidir, dentro de su Yo, con etica, equidad y honestidad. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que es suyo y respetar lo de los demás; aquí vemos un concepto similar con la libertad. La justicia es aquel sentimiento de rectitud que gobierna la conducta y hace acatar debidamente todo los derechos de los demás.

La Justicia es para mí aquello donde puede florecer la verdad y la sinceridad, sentimientos que le permiten la libertad y la tolerancia, que llevan realmente a hacer fortalecer los sentimientos de paz en la humanidad.

Otro nivel de análisis es entender la justicia como valor y fin del Derecho (más que como virtud subjetiva) al que podemos conceptuar juntamente con Norberto Bobbio como "aquel conjunto de valores, bienes o intereses para cuya protección o incremento los hombres recurren a esa técnica de convivencia a la que llamamos Derecho".

Todas las virtudes están comprendidas en la justicia. En definitiva, la verdadera justicia es el arte de dar lo justo o hacer dar lo justo a un individuo, basándose en los principios del arte del derecho, sin tener ningún tipo de discriminación o preferencia hacia ninguna persona. Ya que todas las personas deben ser tratadas sin ninguna discriminación o preferencia ya que así se estaría dando una justicia falsa, y no sería "dar a cada uno lo suyo", sino "dar a él lo que le toque", dependiendo de su clase social o raza.

Hay muchas definiciones de justicia a través de la historia, la justicia como armonía social de Platón, la igualdad proporcional según Aristóteles, la ley natural por Tomás de Aquino, lo que mas tarde sería conocido como los “Derechos Humanos”, el benéfico de las mayorías según los utilitaristas, la distribución equitativa de los bienes según Marx y muchas mas podemos encontrar para debatir; profundizar sobre esto sería tema para un curso en una facultad de derecho, para nosotros, me atrevo a decir, lo importante es el concepto práctico del término y que sea aplicable y aplicado en nuestra vida, pues como Mas.: no definimos como justos, probos, tolerantes, sin prejuicios ni parcialidades.

Para terminar, hay otro cuento que me ayuda a definir mejor el término, árabe por supuesto:

Había una vez un príncipe que era muy injusto. Aunque parecía un perfecto príncipe, guapo, valiente e inteligente, daba la impresión de que al príncipe Lapio nunca le hubieran explicado en qué consistía la justicia. Si dos personas llegaban discutiendo por algo para que él lo solucionara, le daba la razón a quien le pareciera más simpático, o a quien fuera más guapo, o a quien tuviera una espada más chula. Cansado de todo aquello, su padre el rey decidió llamar a un sabio para que le enseñara a ser justo.
- Llévatelo, mi sabio amigo -dijo el rey- y que no vuelva hasta que esté preparado para ser un rey justo.
El sabio estonces partió con el príncipe en barco, pero sufrieron un naufragio y acabaron los dos solos en una isla desierta, sin agua ni comida. Los primeros días, el príncipe Lapio, gran cazador, consiguió pescar algunos peces. Cuando el anciano sabio le pidió compartirlos, el joven se negó. Pero algunos días después, la pesca del príncipe empezó a escasear, mientras que el sabio conseguía cazar aves casi todos los días. Y al igual que había hecho el príncipe, no los compartió, e incluso empezó a acumularlos, mientras Lapio estaba cada vez más y más delgado, hasta que finalmente, suplicó y lloró al sabio para que compartiera con él la comida y le salvara de morir de hambre.
- Sólo los compartiré contigo-dijo el sabio- si me muestras qué lección has aprendido
Y el príncipe Lapio, que había aprendido lo que el sabio le quería enseñar, dijo:
- La justicia consiste en compartir lo que tenemos entre todos por igual.
Entonces el sabio le felicitó y compartió su comida, y esa misma tarde, un barco les recogió de la isla. En su viaje de vuelta, pararon junto a una montaña, donde un hombre le reconoció como un príncipe, y le dijo.
- Soy Maxi, jefe de los maxiatos. Por favor, ayudadnos, pues tenemos un problema con nuestro pueblo vecino, los miniatos. Ambos compartimos la carne y las verduras, y siempre discutimos cómo repartirlas.
- Muy fácil,- respondió el príncipe Lapio - Contad cuantos sois en total y repartid la comida en porciones iguales. - dijo, haciendo uso de lo aprendido junto al sabio.
Cuando el príncipe dijo aquello se oyeron miles de gritos de júbilo procedentes de la montaña, al tiempo que apareció un grupo de hombres enfadadísimos, que liderados por el que había hecho la pregunta, se abalanzaron sobre el príncipe y le hicieron prisionero. El príncipe Lapio no entendía nada, hasta que le encerraron en una celda y le dijeron:
- Habéis intentado matar a nuestro pueblo. Si no resolvéis el problema mañana al amanecer, quedaréis encerrado para siempre.
Y es que resultaba que los Miniatos eran diminutos y numerosísimos, mientras que los Maxiatos eran enormes, pero muy pocos. Así que la solución que había propuesto el príncipe mataría de hambre a los Maxiatos, a quienes tocarían porciones diminutas.

El príncipe comprendió la situación, y pasó toda la noche pensando. A la mañana siguiente, cuando le preguntaron, dijo:

- No hagáis partes iguales; repartid la comida en función de lo que coma cada uno. Que todos den el mismo número de bocados, así comerán en función de su tamaño.

Tanto los maxiatos como los miniatos quedaron encantados con aquella solución, y tras hacer una gran fiesta y llenarles de oro y regalos, dejaron marchar al príncipe Lapio y al sabio. Mientras andaban, el príncipe comentó:
- He aprendido algo nuevo: no es justo dar lo mismo a todos; lo justo es repartir, pero teniendo en cuenta las diferentes necesidades de cada uno.

Y el sabio sonrió satisfecho. Cerca ya de llegar a palacio, pararon en una pequeña aldea. Un hombre de aspecto muy pobre les recibió y se encargó de atenderles en todo, mientras otro de aspecto igualmente pobre, llamaba la atención tirándose por el suelo para pedir limosna, y un tercero, con apariencia de ser muy rico, enviaba a dos de sus sirvientes para que les atendieran en lo que necesitaran. Tan a gusto estuvo el príncipe allí, que al marchar decidió regalarles todo el oro que le habían entregado los agradecidos maxiatos. Al oirlo, corrieron junto al príncipe el hombre pobre, el mendigo alborotador y el rico, cada uno reclamando su parte.
- ¿cómo las repartirás? - preguntó el sabio - los tres son diferentes, y parece que de ellos quien más oro gasta es el hombre rico.
El príncipe dudó. Era claro lo que decía el sabio: el hombre rico tenía que mantener a sus sirvientes, era quien más oro gastaba, y quien mejor les había atendido. Pero el príncipe empezaba a desarrollar el sentido de la justicia, y había algo que le decía que su anterior conclusión sobre lo que era justo no era completa.
Finalmente, el príncipe tomó las monedas e hizo tres montones: uno muy grande, otro mediano, y el último más pequeño, y se los entregó por ese orden al hombre pobre, al rico, y al mendigo. Y despidiéndose, marchó con el sabio camino de palacio. Caminaron en silencio, y al acabar el viaje, junto a la puerta principal, el sabio preguntó:
- Dime, joven príncipe ¿qué es entonces para ti la justicia?
- Para mí, ser justo es repartir las cosas, teniendo en cuenta las necesidades, pero también los méritos de cada uno.
- ¿por eso le diste el montón más pequeño al mendigo alborotador?- preguntó el sabio satisfecho.
- Por eso fue. El montón grande se lo dí al pobre hombre que tan bien nos sirvió: en él se daban a un mismo tiempo la necesidad y el mérito, pues siendo pobre se esforzó en tratarnos bien. El mediano fue para el hombre rico, puesto que aunque nos atendió de maravilla, realmente no tenía gran necesidad. Y el pequeño fue para el mendigo alborotador porque no hizo nada digno de ser recompensado, pero por su gran necesidad, también era justo que tuviera algo para poder vivir.- terminó de explicar el príncipe.
- Creo que llegarás a ser un gran rey, príncipe Lapio concluyó el anciano sabio, dándole un abrazo.

Y no se equivocó. Desde aquel momento el príncipe se hizo famoso en todo el reino por su justicia y sabiduría, y todos celebraron su subida al trono algunos años después. Y así, fue como el rey Lapio llegó a ser recordado como el mejor gobernante que nunca tuvo aquel reino.

Gracias Temis, gracias Forseti, gracias Iustitia, gracias Astrea por haberme hecho llegar hasta aquí en mi evolución interior.




viernes, 3 de abril de 2009

DISCRECION









Significado en diccionario:

Sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar.
Don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad. Reserva, prudencia, circunspección.


La discreción es un atributo de gran trascendencia, su esmerado empleo contribuye a una buena vida de relación con familiares, vecinos, amistades, compañeros de estudio o de trabajo. Evita el desentendimiento, la discordia y muchas veces, hasta la enemistad en la comunicación humana.

Ser discreto, es ser sensato en la formulación de juicios y tener mucho tacto, con buen esmero en la expresión de los conceptos a trasmitir a los demás. Es no hacer partícipe de noticias escabrosas, o conceptos maliciosos innecesarios a los otros, los que muchas veces son referidos a familiares íntimos de probada bondad y honestidad.

Es saber dominar el ego con esmerado respeto por uno mismo, al ser la discreción, la garantía de la amistad verdadera.

La discreción, es una cualidad protectora, exclusivamente de origen mental; reside en la parte espiritual y consciente del cerebro, no en los puños ni en las actitudes de agresión.

Baltasar Gracián, en su manual El Discreto, de 1646, de su colección de libros de valor moral, hace una completa apología a la discreción, al colocar como protagonista a un hombre simple pero sagaz, que requiere adiestrarse para involucrarse en la sociedad, cuyo valor importante es la discreción, sobre lo cual refiere: ”Por discreción entiende la capacidad de discernimiento, que es al fin y al cabo la inteligencia para elegir lo mejor y para distinguir y valorar aquello que el hombre necesita para ser un varón de todas las horas y todas las circunstancias”.

En la vida de relación la discreción es la virtud de mesura y del ecuánime medio, regula el atributo y el equilibrio de las otras virtudes.

El ser discreto, es una noble cualidad y el arte de saber guardar un secreto, de no hacer preguntas ni averiguaciones inoportunas, de no forzar la intimidad espiritual ni física de su prójimo allegado. El discreto, no impone su presencia molesta e inoportuna en la vida de las demás personas.

El ser discreto, es cultivar la tabla de los valores éticos y morales, es ser sensato para formar juicio y fundado tacto para hablar, actuar y emitir opiniones sobre los otros seres.

En este mundo globalizado, es donde se aprecia más la discreción certera. La mala, errónea, equivocada, o malintencionada comunicación, por cualquiera de los veloces medios de propagación, es falta de discreción. Es prioritario ser dueño de la verdadera verdad, para hacerla circular alrededor de la Tierra.

La falsedad de la información, en todos los ámbitos, es maldad, es la destrucción del gran valor que es la discreción.


LA DISCRECION EN LA VIDA Y EN EL ARTE
Manuel Toussaint

Abomino de la discreción y, si queréis escuchar mis razones, abominaréis de ella también vosotros. Mas no de lo que hoy llaman discreción, el arte de guardar en la memoria, resistiendo a las tentaciones de la lengua cuantas parlerías impresionan el oído. Eso es asunto de educación y de temperamento y no cae bajo el dominio de mis facultades.

Tampoco abomino de la discreción en el sentido amplio y vigoroso que a esa palabra daban los clásicos; como Gracián, que escribió un opúsculo para mostrar cómo es un Discreto, sino de la discreción que mata las facultades rebeldes y personales del espíritu, para producir una conformidad anodina con el medio ambiente. Esta discreción se asemeja un poco a la prudencia; solo que la segunda es causada por el temor; la primera es ingénita, es dominadora; la prudencia huye, la discreción se impone. Un hombre no puede ser discreto e imprudente, casi ningún hombre prudente es discreto.

Os describiré la discreción que odio, y luego daré mis motivos para odiarla.

Un hombre discreto es el que obra en todos los momentos de su vida como debe obrar; el que dice siempre lo que debe decir, nada menos y nada mas. El hombre discreto calla cuando debe callar y habla cuando es imprescindiblemente forzoso que su voz turbe la serenidad del ambiente. Sus palabras tienen la ponderación de un análisis meticuloso y sus respuestas son, casi siempre, incoloras. Se diría que el hombre discreto creerse enviado de Dios para mantener el equilibrio en el mundo, y hacer que se cumplan las profecías; donde se pone el espíritu, reina la calma. No temáis que haya contratiempo alguno en una reunión a que asiste un hombre discreto, es una especie de agente de seguros contra incendios, contra reyertas, contra discusiones, contra miradas, contra palabras, contra suspiros, contra toda cosa que pueda caber bajo el adjetivo indiscreto. Él tiene siempre una lista de respuestas usuales, que nada dicen, pero que responden sin prometer; y este es su rasgo fundamental: no comprometerse nunca, ni comprometer a otro, ni permitir que nadie pueda comprometerse ni aun por su propia voluntad. La única virtud de los hombres discretos es que sirven para dar las malas noticias sin que acontezcan desmayos ni se derrumben situaciones.

Dice Oscar Wilde que la vida de las mujeres es menos tediosa que la de los hombres, porque tienen más prohibiciones que salvar; puede decirse, también, que es porque son menos discretas, porque tienen mejor concepto de la vida. Los hombres se imaginan seres superiores porque sujetan sus días a un molde pesadamente intelectual. De grado, se hacen víctimas de su odiosa discreción.

Es interesante la descripción iconográfica de la discreción.

“Se representa en una matrona de notable continente, con el traje de oro y manto dorado, los que simbolizan respectivamente la prudencia y la gravedad. Con una mano se tapa los ojos y con la otra la boca, Su atributo principal es una plomada, indicando que la prudencia determina y preside todos sus actos.”

Así, encontramos opiniones diferentes sobre el mismo significado de la palabra, en uno poniendo o ensalzando la virtud plenamente, y en otra haciendo una diferenciación según la situación, concluyendo que un hombre prudente, no aportaría nada al desarrollo humano ni social.