domingo, 31 de agosto de 2008

LAICISMO EN COLOMBIA

R.M.J.


El Laicismo se soporta sobre la plataforma amplia y generosa de la tolerancia, lo que significa que es uno de los mas importantes instrumentos de convivencia pacifica entre los seres humanos.

Esta precisión es necesario hacerla para expresar la naturaleza y significado del laicismo, que pregona la posibilidad cierta de que todos los seres humanos puedan vivir en común, sin exclusiones, persecuciones ni marginamientos, sin importar sus creencias religiosas o planteamientos filosóficos, en un Estado que cultiva una moral sin dogma.

No es por lo tanto el laicismo un arma arrojadiza, que pueda utilizarse para perseguir a alguien; no somos los laicistas agresores antirreligiosos, ni somos por definición ateos, aunque admitimos que una de las tantas posturas, respetables como las demás, consiste en el agnosticismo y en la no pertenencia a una determinada religión.

Los enemigos del laicismo, son los sectarios y fundamentalistas, que solo entienden el mundo bajo la óptica exclusiva de sus creencias religiosas; hablan de la religión única y verdadera, del dios único y verdadero, se proclaman dueños de la revelación divina, por lo que entienden que quienes se apartan de sus dogmas y creencias, son infieles, están por fuera de la civilización y por lo tanto el Estado, la sociedad así como la Iglesia, deben perseguirlos y marginarlos; ellos no entienden la separación entre el Estado y la Iglesia, han ensayado para ello, las mas extrañas teorías políticas que pasan por la idea de que los príncipes son encarnación divina, o que su unción como gobernantes es un acto divino realizado a través del espíritu santo, que ilumina mediante un soplo la carnadura del mortal escogido, recuerden ustedes que Francisco Franco se proclamaba- Caudillo de España por la Gracia de Dios- y el Preámbulo de la Constitución Colombiana de 1886, invocaba a Dios como fuente suprema de toda autoridad. Estas teorías y tantas otras de su misma estirpe les permitieron y en algunos casos aún les permiten, gobernar y gozar de los privilegios y las prebendas de ser religión Estado, o de manipular un Estado con religión oficial, siempre al lado de los tiranos y en contra de los oprimidos. En el caso de la religión Católica, montaron al final, el cuento del Estado Vaticano, lo cual les ha permitido mantener sus prebendas mediante instrumentos de derecho internacional, como el concordato, que en el caso Colombiano rigió, desde 1887 hasta 1993.

Cómo hubiese sido diferente nuestro país y mas aún cómo sería de diferente nuestro país, pues tendría menos contradicciones y desigualdades, menos injusticias y con seguridad una mejor salud mental traducida en menos agresividad, si la conquista Española desafortunada por muchos aspectos, no hubiese sido realizada con el símbolo de la Cruz como instrumento de dominación cultural, con lo cual propiciaron la destrucción de la cultura aborigen, sus lenguas, sus creencias religiosas, sus costumbres sociales, su libertad y su honor; para imponerles un dios desconocido, una religión a la fuerza, unas reglas de comportamiento social generadoras de la marginalidad, que fueron siempre propiciadas por la iglesia, que se servia de ello obteniendo grandes propiedades de tierra, gran número de esclavos y de siervos, por los que nunca nada hicieron para redimirlos de su condición?

Nuestra época colonial, fue un escenario cruento e ignominioso, que tuvo como fondo la destrucción de una etnia, la explotación de una raza, el saqueo descarado de las riquezas de un territorio, la imposición a la brava de una lengua, de una religión, de una cultura y con ello la formación de una sociedad desigual, con odiosos privilegios para unos pocos y la marginalidad y la explotación inhumana para la mayoría, tarea en la que fueron artífices primordiales los curas católicos, quienes al final echaban mano del santo temor a dios, como una forma de reducción del descontento para mantener sus privilegios.

En nuestro país, la Iglesia Católica, siempre ha sabido estar en la cima del poder del lado de los sectores oscuros y de las fuerzas reaccionarias, fueron amigos de los terratenientes y se opusieron a los cambios reales en la sociedad; después de la independencia, argumentaron a favor de la esclavitud, citando el evangelio. -Éxodo capitulo 21 y Epístola a los Efesios, proclamando que la esclavitud estaba apoyada por los libros sagrados-. Eran los dueños de la educación, la que utilizaban para sus propios fines económicos, para mantener al pueblo ignorante pues no le permitían acceder a ella y también la usaban para mantener el control ideológico de los estamentos dominantes, a quienes no les comunicaban los adelantos de la ciencia y pretendían que nunca se difundiera el pensamiento de Copernico ni el de Galileo, siempre le han apostado a llamar herejía, a los progresos de la ciencia, a la libertad del hombre, a la democracia.

Combatieron en forma brutal el radicalismo liberal, aquella obra social y política realizada por los masones colombianos, que fue el primer intento exitoso de romper con las viejas estructuras coloniales; período político en el que se planteó la existencia de un Estado Laico, de una educación obligatoria y democrática, ceñida a los postulados científicos, donde se creó la Universidad Nacional de Colombia y se les empezó a quitar el poder temporal que apreciaban tanto.

La educación laica y obligatoria, propiciada por el radicalismo liberal, fue combatida abiertamente por la iglesia católica en nuestro país, el clero entendía que se trataba de una enseñanza atea y anticristiana, le negó por lo tanto cualquier apoyo a estos establecimientos, negándose incluso a dictar las clases de religión en ellos y los obispos colombianos excomulgaron a los directores y maestros de las escuelas oficiales y a los padres de familia que envíen a sus hijos a tales instituciones.

Ideológicamente, la Iglesia católica en Colombia, siempre ha estado al servicio de la reacción y ha sido enemiga del progreso del pueblo. El obispo de la ciudad de Pasto, Ezequiel Moreno, dijo desde el púlpito en recordada ocasión “Confieso una vez más que el liberalismo es pecado, enemigo fatal de la iglesia, del renombre de Jesucristo y ruina de los pueblos y naciones”.

En su lucha contra el radicalismo liberal la iglesia se amalgamó con las fuerzas conservadoras, propició el sectarismo y el oscurantismo, las guerras civiles que significaron la derrota del radicalismo y de su constitución de 1863, desatado todo desde la cúpula eclesiástica, y como prueba de ello, es memorable el discurso de monseñor Vicente Arbelaez, Arzobispo primado, desde la catedral de Bogotá cuando en un claro parte de guerra dijo que “cuando la sociedad católica es vulnerada en su doctrina, está en el deber de sostener sus derechos a la fuerza”. Entonces también, en esta ocasión la virgen y cristo rey y la bandera vaticana hacían parte del bando conservador en la contienda, al tiempo que la iglesia excomulgaba a los liberales y a sus obras.

El triunfo de la regeneración, sobre el radicalismo liberal, significó la imposición de un Estado religioso, con privilegios para la iglesia y con graves imposiciones a la sociedad colombiana. El catolicismo, se identificó plenamente con el partido conservador, logrando firmar en 1887, un concordato donde obtuvo el reconocimiento y preponderancia para sus ministros, logrando controles en la educación, convirtiéndose en el árbitro de la moral social, haciéndose al control de los cementerios, adueñándose del registro civil al lograr la preponderancia de la partida de bautizo, imponiendo el matrimonio católico como matrimonio oficial, por encima del matrimonio civil, al que solo se podía acceder previo acto de apostasía, sancionando a las parejas que no contraían matrimonio, distinguiendo para efectos sociales, económicos, afectivos y familiares, entre hijos legítimos e hijos naturales, imponiendo también la indisolubilidad del vínculo matrimonial y manejando, según intereses particulares, los litigios con fuerza vinculante para el estado colombiano, para obtener la nulidad del matrimonio católico, ante la rota romana; así como privilegios impositivos y demás prebendas odiosas y descomunales; dijo al respecto, hablando de su infancia, el presidente masón Alberto LLeras Camargo, que en su época, todo pasaba por manos de la iglesia católica y el poder de los curas era inconmensurable, se les denominaba autoridades eclesiásticas, junto con las civiles y militares y el poder del púlpito y el confesionario, junto con el acto de la excomunión les servía para controlar socialmente sus feudos, era un poder real, indiscutible y odioso. Todo dentro de la iglesia, nada por fuera de ella.

¿Cuanto daño se le hizo a la sociedad colombiana, con este sistema de religión oficial? Sostenemos que ha sido inmenso el daño que se la ha ocasionado. Las actitudes violentas e insolidarias que hoy padecemos tienen mucho que ver con esa práctica excluyente ejercida sin misericordia contra aquellos que no estaban con la religión imperante, por lo que se les marginaba. Así, socialmente era un daño irremediable el ser madre soltera, mujeres a las que se colocaba en la picota pública, sin ninguna posibilidad de realizar una vida plena y feliz, así como también, el vivir en unión libre, lo cual excluía la posibilidad de que sus hijos fueran educados en algunos colegios y quienes sin ser católicos o por considerar con razón que prevalecían las leyes civiles y preferían el matrimonio civil, tenían que soportar el proceso social de la apostasía, denigrante y lesivo.

Cuantas desgracias y tragedias, nos hubiésemos evitado los colombianos, si el matrimonio válido hubiese sido únicamente el civil y este conforme a su naturaleza contractual, hubiese tenido desde siempre la posibilidad de la ruptura del vínculo?, ahora bien, con ello, nada se oponía a que un católico practicante, también se casara ante su propia iglesia y para pertenecer a ella respetara su sacramento, pero ese es un problema del católico practicante con su religión, no con el estado ni con la sociedad colombiana.

El problema es que se han considerado siempre, la única religión verdadera, la del dios verdadero y la de todos los colombianos, con derecho a intervenir mas allá de la relación espiritual con sus adeptos, pretendiéndonos imponer a todos los colombianos, sus creencias, sus postulados éticos, sus mandatos sobre la sexualidad, sus puntos de vista sobre las relaciones de pareja y sus formas de interpretación de las leyes patrias, lo cual es inadmisible.

Cuantos colombianos crecieron en la marginalidad, por culpa de la mácula de ser hijos de uniones libres o llamados naturales, cuantas diferencias se generaron en una sociedad sometida a estas reglas absurdas de una iglesia que pretendió gobernarnos en el mas extremo fundamentalismo.

Muchas de las ciudades colombianas mantienen aún los cementerios universales y masónicos, como un recuerdo imborrable de la intolerancia religiosa, que pretendió en su sectarismo no dar cabida a los restos mortales de aquellos que no pertenecieron a su credo, o que contra su doctrina hicieron uso del derecho a morir, o que fueron liberarles o masones. Esos cementerios son hoy monumentos libertarios que hablan por si solos del mal de la intolerancia religiosa, poco a poco se van convirtiendo en campos floridos, donde las nuevas generaciones recordarán la dolorosa lucha contra los fundamentalismos, que le hizo tanto daño a nuestra sociedad, que se vio dividida, martirizada y ultrajada, por aquellos que no entienden que todos los hombres son hermanos.

La Constitución colombiana de 1991, que significó un importante esfuerzo para recomponer el camino de la tolerancia y propiciar aún sin lograrlo la convivencia pacífica entre nosotros, definió a Colombia como un Estado Laico, con lo cual y a partir de ese momento iniciamos el proceso de separación entre el Estado y la iglesia. No ha sido un camino fácil, en primer lugar porque quien tiene los privilegios trata de conservarlos aún a costa de la Constitución y la ley. En 1993, la Corte Constitucional, se decanto por la inconstitucionalidad del Concordato existente entre Colombia y el llamado Estado Vaticano, decisión que los curas, acompañados por sectarios seguidores, consideran no jurídica y pretenden que aún esta vigente, por fortuna sus acciones jurídicas no tuvieron ninguna acogida. A partir de ese momento, se han logrado significativas decisiones que han permitido retirar a la iglesia enquistada en muchas instituciones como juntas de censura de cine, de establecimientos enseñanza religiosa y otros espacios en los que se percibe la innegable perdida de peso específico de esa iglesia en la sociedad colombiana, desgaste social, que se produce como consecuencia de sus tradicional postura de navegar en contravía de la realidad, del progreso y de la ciencia, la delictiva conducta sexual de sus ministros y la posición cada vez mas critica de los colombianos que ya no se dejan influir por las tradicionales armas de control psicológico (el infierno candente, la excomunión etc) que otrora usaban con éxito en la manipulación de las gentes.

Pero aún estamos lejos de lograr los postulados del laicismo, porque aún existe la persistente tendencia en algunos funcionarios públicos, notoriamente en las fuerzas armadas, donde lo religioso es utilizado como una forma de lavar ciertos actos y darles mas credibilidad en el imaginario colectivo por tener el aval de los jerarcas de la iglesia católica en nuestro medio.

No olvidemos además que los totalitarismos no desdeñan la maquillada bendición de los supuestos santos varones, de voz suave y finas maneras, que avalan cosas que al final resultan inpredicables de tan santos señores, recordemos entre nosotros, al arzobispo Caballero y Góngora pactando en nombre de dios con los comuneros y traicionándolos a nombre del rey para cumplir su cometido de lealtad al monarca contra los intereses del pueblo. Sin que podamos olvidar las gestiones diplomáticas de la iglesia comandad por Eugenio Pacelli, ante régimen nazi, contra los judios y sus acuerdos con Benito Musolini en Italia, para consolidar la precaria territorialidad del Estado Vaticano. En otras palabras todos los dictadores y violadores de los derechos humanos, Videla y su cohorte en Argentina, Strossner en Paraguay, Pinochet en Chile, Franco en España, han tenido muy buenas relaciones con la cúpula eclesiástica, como una carta de presentación popular.

En Colombia los hemos visto sentados con personajes como Pablo Escobar, acordémonos del padre García Herreros, el inquisidor Alfonso López Trujillo recibió jugosas contribuciones de Escobar y Monseñor Darío Castrillón contó con la colaboración eficaz de Carlos Ledher en la construcción de casitas en Pereira, y últimamente hemos visto a la jerarquía católica colombiana interponiendo sus buenos oficios con los jefes para-militares. Estas son labores de maquillaje y de lavado de imagen, es un oficio que se cobra, claro esta que también deben incluir peticiones celestiales, por tan siniestros personajes.

Ninguna entidad oficial debe tener capellanes, que además son pagados con dineros oficiales, los actos oficiales no pueden celebrarse, recordarse o lamentarse con misas ni tedeums, etc.

El Estado Colombiano requiere retomar el control de la educación, impidiendo que existan establecimientos educativos en los que se burle el postulado de la libertad religiosa, o donde se discrimine el alumnado o el profesorado por tener un credo diferente o simplemente no tener ninguno, porque esto ocurre a diario en nuestro país.

Pero mas grave resulta, la posición contestataria que han asumido algunos jerarcas católicos frente a las decisiones jurisprudenciales y legales que son contrarias a la doctrina de su Iglesia, y que ellos asumen con rebeldía utilizando los medios de comunicación para subvertir el orden llamando a la desobediencia civil y ofender a quienes toman estas decisiones o deben realizar las acciones correspondientes. Hablamos de los casos de la Eutanasia y del aborto, en los cuales legalmente se han tomado decisiones que permiten la aplicación de la eutanasia bajo ciertas condiciones lo mismo que el aborto. Nuestra crítica a los jerarcas católicos, no radica en que ellos desde el punto de vista de su iglesia, manifiesten al interior de sus iglesias su critica a tales decisiones, es más pueden advertir que la mujer católica que aborte deja de ser católica, como le debe ocurrir a quien favorezca la eutanasia, advertirle incluso que quien se deje aplicar la eutanasia se va para el infierno, pero lo que no es posible, es que ese jerarca católico, se sienta con derecho a ofender a los jueces y médicos colombianos que han tomado y ejecutado estas decisiones y lanzar sobre ellos públicamente el anatema de la excomunión, como si Colombia fuera un Estado Católico y como si todos los colombianos fueran católicos (pero nada hacen contra aquellos curas que caen en delitos graves como la pederastria, la aplicación de anatemas contra los de ruana solamente, irónico)*. Deben existir mecanismos para que la iglesia no siga pretendiendo manipular las instituciones estatales, para que no pretenda como lo hizo el mencionado jerarca frente a estos asuntos llamar a la rebeldía e invocar la objeción de conciencia, porque si un católico convencido así lo hace, debe en ese mismo acto renunciar a su cargo.

Desconfiemos también, de los llamados misioneros, cualquiera que sea su religión, que cumplen una tarea de penetración cultural con el pretexto de salvar almas, el laicismo como política estatal de separación entre la Iglesia y el Estado, no puede admitir que a nombre de la caridad o de la superioridad o de la civilización se orade culturalmente un grupo humano y se le imponga un dios y una religión desconocida.

No se trata entonces de perseguir a nadie, se trata es de colocar las cosas en su lugar para que podamos lograr la convivencia derivada del respeto por las creencias religiosas de los demás, en la seguridad de que las religión cualquiera que sea no es un ente de poder, es mucho mas que eso, es la alianza espiritual de hombres y mujeres, que han definido una forma particular de relacionarse con la divinidad y de cumplir su vida conforme a esa definición, pero respetando las creencias de los demás, sin pretender manipular el Estado, ni utilizarlo para imponer sus criterios religiosos; bastante lograría, por ejemplo la religión católica, si lograra que sus adeptos fueran mejores católicos cumpliendo con los diez mandamientos, el laicismo espera eso, pero lo que no puede permitir es que la iglesia pretenda gobernar o cogobernar como si fuera un órgano político dando instrucciones de voto o de actuación a sus fieles, eso supera los lindes de la religiosidad y no debe ser permitido.
* nota del editor

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